martes, 18 de mayo de 2010



"STELLA EXTRAGALÁCTICA"

Los últimos estertores de la poeta Stella Díaz Varín
 
Le decían la colorina, la ruda, la bestia. Se enamoró de Jodorowsky, de Parra y a Lihn le pegó un combo en el hocico por tocarle el poto. Pase y lea fragmentos desconocidos de una mujer que flirteó con Satanás y que falleció el año 2006, a los 79 años.

 ¿Quién era Stella Díaz Varín?

Los mitos que la rodearon dicen que fue la primera mujer chilena en tener un tatuaje. Que si alguien le caía mal, a la primera podía recibir de lleno un combo en el hocico. Que fue la musa del grupo poético La Mandrágora, que pasó más de alguna vez en hospitales como indigente. Que fue campeona de polca en un baile de la SECH, y la reina del bar Il Bosco, donde una noche fue la viuda de un difunto que llegó con ataúd y velas (se dice que fue el primer happening chileno).

Pero lo que sí fue cierto es que en 1974 estuvo en la morgue porque los miserables de la dictadura la mandaron a atropellar, y que al despertar la rescató una amiga y su madre. Stella Díaz fue la única mujer que pudo parar en seco a los monstruos, Carlos Droguett, Miguel Serrano, Teófilo Cid y al “toro furioso” de Pablo de Rokha. Su mayor orgullo fue un homenaje que los escritores cubanos le rindieron en La Habana en 1994, quienes le hicieron una antología en una colección donde antes sólo habían publicado a Dylan Thomas y Rimbaud. Fue la única vez que salió del país.

Stella Díaz no sólo fue la Bukowsky chilena. También fue la Baudelaire, la Rimbaud y la Mallarmé. La mujer maldita de la literatura local del siglo XX tenía la voz ronca, dura...

Integrante de la generación del ’50, publicó su primer libro, “Razón de mi ser”, en 1949. Luego, vinieron poemarios separados por largos períodos. Por su obra “Los dones previsibles” recibió en los ’80 el Premio Pedro de Oña, otorgado por la Municipalidad de Ñuñoa. La crítica la reconoció tardíamente y sólo, de las antologías relevantes, fue incluida en “Poesía nueva de Chile” (1953), “Atlas de la poesía chilena” (1958) y “La mujer en la poesía chilena” (1963).

SU GRAN MÉRITO......
 Parra y Enrique Lafourcade aún sobreviven, pero Stella fue la primera mujer de las letras chilenas que hizo valer su condición de poeta por sobre los prejuicios machistas de las bestias de la poesía local.

Su gran mérito fue que sobrevivió para contarlo. Del café Iris, se pasó al bar Il Bosco, y con el tiempo fue otra vez la mujer, ahora del grupo del bar La Unión. Pablo Neruda aprendió que a Stella había que cuidarla, no defenderla. Se enamoró de Jodorowsky y Parra, a quien le exigía que volviera a sus brazos en amenazantes cartas, mientras el antipoeta estaba fuera de Chile. 

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